miércoles, 27 de febrero de 2013

dos

Ay, Ingrid. Por qué? Por qué decidiste morir?

Justo cuando todo andaba bien -creo - rodeada de tantas personas dispuestas a escuchar lo que saldría de adentro, de lo adecuado, de tu savia... maldita seas, Ingrid. Hubiera renacido tu alma entre oídos finos y sonidos anticuados. Como tú. Descansa en paz, música, hazlo sin vacilar y sin trampas. No te olvides de los robles que te protegieron con sus brazos angustiosamente arrugados por la iluminación; de los granos de arena que acumulados en millones, te protegieron el corazòn desierto que posees.

Ay, Ingrid. Renace pronto.

martes, 29 de mayo de 2012

uno

Fue así, como Ingrid decidió frenar en seco. Las drogas, en especial la marihuana de Clemente y su futura desaparición, las orgías y la carne deliciosa de todo el mundo ya no la llenaban. Estaba harta de ir caminando desde Miraflores hasta Barranco solo para emborracharse o mejor dicho, para descubrir -nuevamente-alguna manera de perder la mínima lucidez que cargaba siempre. O simplemente, para abrir los ojos luego de muchas horas del último pestañeo infame, y volver caminando, a su horrible departamento en el malecón.

El último día empezó con una bocanada de marihuana cuando dieron las 6y30 de la tarde acompañada de la droga barata de Clemente, el soplido melancólico del viento en el malecón y el vacío inminente que atravesaba su cuello. Se habían conocido hace 5 meses, no hace mucho, en cerca al parque del amor. Ingrid como siempre iba abrigada y leptosoma cuando se fijó de inmediato en los ojos enormes de Clemente, inocentes, que la veían con intriga. Conversaron un poco sobre temas actuales, algo de arte, algo de política y como siempre metafísica; y, aunque eventualmente intimidaron, ahora no son más que dos personas que se frecuentan porque no tienen otro rumbo. No hay amor, no hay sentimientos más profundos más que el de un agradecimiento superficial el uno hacia el otro por estar ahí y acumular soledades.